“Con los brazos abiertos recogerás la bruma. Con los ojos fijos, la mirada triste, mirarás la finitud y los labios rotos de sentir a tiempos, recogerás el viento. Frío en el alma. Las palmas de tus manos dirán. Mirarás al cielo. Buscarás los aviones que ascienden de los aeropuertos que miran al mar y esperarás. Esperarás estrecharte y fundir un beso entre las bocas».
(Fragmento del poema “Encuentro”, dentro del libro Intervalos, escrito por Isabel Montero Garrido).

Es el sino. El escritor, y sobre todo del poeta, se las ve y se las desea para mediar entre la emoción y la palabra, entre el ser y la palabra, y salir indemne. “Sí he perdido la vida… me queda la palabra”, dice Blas de Otero. “Escribir con palabras que no tengan pasado”, escribe Valentín Carcelén. «Volví del pensamiento a la palabra», cuenta Isabel Montero Garrido. Para el lector, leer poesía exige una preparación, un calentamiento, un ejercicio del alma para sintonizar en lo posible con el poeta. No siempre se consigue, pero hay que esforzarse hasta llegar al momento, porque cuando se trata de poetas no basta con decir qué bonito, qué bien lo escribe, cuánto me gusta. Hay ocasiones en las que los poetas se ponen áridos y oscuros, no porque se oculten, sino porque su ser más íntimo es delicado y poderoso a la vez que intenso, y eso es aplicable a Isabel Montero Garrido, que, a mi juicio, en Intervalos, una vez que las emociones como el amor, el deseo, el miedo, el dolor o el gozo se materializan en su yo poético —y en su persona—, pelea por conseguir que trasciendan en la palabra, que es lo que queda en el tiempo.
Isabel Montero Garrido, con su poesía, me tenía acostumbrado a otros ritmos, a una poesía más escueta y rotunda, pero tengo que decir que, en su Intervalos, lejos de alejarse de su estilo, lo mantiene en períodos más largos, donde no se permite volutas ni hojarascas. Poesía honda, sentida y pensada. Para leer despacio.
Intervalos está editado por La Fragua del Trovador (www.lafraguadeltrovador.com)
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