El hombre se retira de la ventana dispuesto a reanudar la lectura de una novela muy reciente que habla de un mundo de mujeres oculto en burkas de seda. Deja la lectura y enciende la televisión para ver las noticias, y la ve.
Estamos tan acostumbrados, piensa el hombre, que no reparamos en algo tan sencillo como es el respirar o el latir del corazón, que si nos falta el aire o el corazón se para se nos va la vida; algo por el estilo ocurre con la libertad, que cogida la costumbre, apenas se nota.
Así que la imagina, quizá porque en su tierra, la de ella, se toca el cielo con salir a dar una vuelta, aprendiendo a valorar las comas, los decimales, la calderilla y a levantarse de la mesa siempre la última. El hombre se dice: Esta mujer acierta incluso al combinar el color del vestido con el de los labios. A este hombre le gustan así: listas, guapas y estilosas, y encima comunistas; que sean como el aire, que apenas se nota, pero que no se puede vivir sin él.
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