La boda

1200px-lolamembrivesEl interés por León de Mr. High se acrecentó con los días hasta tal punto que su influencia prevaleció sobre los requerimientos familiares en cuanto al inicio de la vida profesional del joven abogado. No le resultó difícil a León, gracias a la influencia de Mr. High, quien no dejaba de sorprenderlo, obtener un despacho propio con placa en la puerta en el bufete de don Orestes Criado, situado en un primer piso en la Calle de Sevilla, bufete especializado en asuntos de la propiedad: compra, venta, transmisiones, cesiones; constitución y disolución de sociedades, contratos, herencias… En fin, todo lo relacionado con el derecho civil y mercantil; lo penal era demasiado viscoso y don Orestes evitaba en lo posible verse en ese tipo de pleitos.

León Aguirre, una vez establecido, no quiso demorar su casamiento, muy celebrado por don Florentino, doña María, Paquita y los amigos que había ido haciendo, y recibido con profundo malestar por su familia, que esperaba verlo trabajar en el entorno familiar y casarlo con una chica bien de la localidad. Vieron truncados sus afanes, pero no perdieron la esperanza de que se torciera lo que consideraban una ventolera, un capricho; pero el amor es tozudo y no les quedó otra que dar su brazo a torcer; por eso hicieron de la necesidad virtud y convirtieron la boda en un acontecimiento social, de modo que la familia madrileña y los amigos hubieron de trasladarse a la provincia y codearse por un día con gentes pertenecientes a un mundo rancio y atrasado, atraídas, eso sí, por el glamour y el exotismo inherentes y atribuidos a los artistas de carne y hueso. Carmen y León alquilaron un piso amplio y ventilado en la calle de Trafalgar, cercano a la librería, y se llevaron a Paquita con ellos, que desde entonces ejerció de criada y secretaria a partes iguales. Don Florentino alternaba la convivencia con doña María y con su madre.

Con el final de la guerra europea, tal como había pronosticado don Florentino, decayó el trabajo en el sotanillo de don Armando, aunque no por ello dejó de ser necesario: ahora atendía las necesidades que daba el trasiego de gentes entre lo que llamaban exterior e interior, y lo que se vio claro fue que Mr. High tenía sus planes y en ellos figuraba el joven León, como colaborador en materia legal, con una institución que encontró un resquicio para penetrar en el cerrado mundo en que España se desenvolvía gracias a los esfuerzos que hacía el régimen para congraciarse con los vencedores. En lo que se equivocó don Florentino fue en vaticinar los cambios que esperaba y deseaba. Se desgranaban los días y todo seguía igual, agravado incluso por la declarada decisión de Franco, quién dijo, ante las propuestas de la llamada ‘solución democrática’, que del Pardo lo tendrían que sacar por la fuerza. Alentado e inspirado por Carrero, se aferró a la consigna de resistir y esperar a sacar rédito de su confesado anticomunismo, al cual presumía de haber derrotado; y así, poco a poco, fue consolidando su posición. En 1947, con el inicio de la ‘guerra fría’, Estados Unidos, Inglaterra y otros países aflojaron la presión sobre la España de Franco.

En este contexto todo parecía ponerse de cara para León. Carmen, sin embargo, veía declinar su estrella en la medida del ascenso de su marido. De poco le valió lo que vino a ser un canto de cisne, su papel de la Acacia junto a Lola Membrives en unas representaciones de La Malquerida que dio en su gira por España entre 1946 y 1947. La falta de trabajo y la vida matrimonial cambiaron sus costumbres: ya no frecuentaba la tertulia, y León, por su parte, se enfrascaba más y más en sus quehaceres, que llevaba a casa para adelantar la tarea del día siguiente. Mr. High, por su parte, lo iba introduciendo en su ámbito, que no era, en cuanto a León, el de las investigaciones literaria y bibliográfica; Mr. High le pedía informes sobre asuntos procesales, desarrollo y resolución de litigios y, sin que pareciera venir a cuento, su parecer sobre los avatares políticos, su interpretación sobre los gestos del franquismo, del propio Franco o de cualquier jerarca civil o militar perteneciente al entramado del régimen.

Así se fue fraguando una relación sólida y continuada, que alguien llamaría colaboración en no se sabe qué, hasta que un día Mr. High tuvo un largo parlamento con León Aguirre. Mientras, Carmen languidecía junto a la joven Paquita, que iba despuntando como una mujer espabilada y hermosa.

Las visitas y contactos con don Florentino se fueron espaciando en la medida en que, por instigación del inglés, León fue apartado del trabajo clandestino, cuyo cometido se le encomendó a un joven calígrafo a quien habían captado con el señuelo de pedir para la librería un restaurador de libros y documentos antiguos. Murió la madre de don Florentino y doña María Flores se instaló en la calle Infantas. La relación entre los dos hombres y entre madre e hija fue cambiando y quedó constreñida al ámbito familiar. En este contexto, Mr. High le hizo a León una petición que cambiaría su vida y la de Carmen. Corría el año 1953.

Sobre la imagen: Lola Membrives, actriz (1885-1969). Tomada de Wikipedia.

©Alfonso Cebrián Sánchez

Esta es una obra de ficción. Los hechos y personajes son fruto de la imaginación del autor. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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