Uno no debería ser así, quiero decir tan atento a los pequeños detalles. Por si alguien de mi calaña no lo ha notado, soy un gran admirador de la forma de hacer literatura de Javier Marías, sobre todo, naturalmente, de sus teoría y práctica de la novela ¡Cuánto se aprende con su lectura!
El caso es que dio alguna pista; en los últimos artículos publicados en el dominical de El País, en su ‘Zona fantasma’, escribió lo que me parecieron despedidas, como el que lleva por título ‘Aurora’, dedicado a la mujer que trabajó en su casa como asistenta durante 27 años. Al leer este y otros artículos sentí que se iba, aunque quise pensar que se trataba de una retirada literaria más o menos determinada por la edad, pero no, Javier Marías ha muerto y con él se va una forma de contar en la que la aparente dispersión es una forma de enriquecer, matizar y sorprender, para volver siempre al núcleo central del relato, una forma de escribir con la que el idioma es objeto de un exquisito respeto, en la que cada novela es una obra de arte en el sentido más clásico.
Descanse en paz, Javier Marías.
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