«Bien limado y polido»

Recuerdo que me dijo que leyera primero el manuscrito que había sacado, me había mostrado y había vuelto a meter, del bolsillo delantero de la maleta. Alarmado sin fundamento, temeroso por la pérdida de pieza tan encarecida, abro la cremallera y allí está. Y, ¡oh sorpresa! El manuscrito está perfectamente ordenado y sujeto con un pasador, y además hay una hoja suelta que acapara mi atención. Se trata de una hoja impresa perfectamente editada en la que figuran unas anotaciones cuya pertinencia valoraré, y que en todo caso transcribo antes de salir adelante:

Para mi amigo el Autor

Preferiría yo parecer escritor delirante e injusto —con tal de que mis defectos me gusten, o al menos se me escapen— a darme cuenta y rabiar.

HORACIO (epist 2,2, 126-128)

En el quarto [libro] quería poner las obras de Garcilasso de la Vega de las cuales se encargó Boscán por la amistad grande que entrambos mucho tiempo tuvieron, y porque después de la muerte de Garcilasso le entregaron a él sus obras para que las dexasse como devían de estar. Ya que ponía la mano en adereçar todo esto y quería después muy bien limado y polido, como él sin falta supiera hacer, dar este libro a la duquesa de Soma.

ANA GIRÓN DE REBOLLEDO, viuda de Juan Boscán.

¿Qué quería decir con esta nota suelta? Porque claro, yo Boscán, y él Garcilaso, tenía que limar y pulir su obra. Y el fragmento de Horacio, ¿a quién se lo aplico?

Deja de refunfuñar, me dijo Carmela entre bostezos. Y añadió: Bien empiezas ¿Quieres un café?. Le dije que sí y me puse manos a la obra.

Como este manuscrito es el primero, no encuentro problema, en principio, para que, después de la nota arriba transcrita, encabece el orden cronológico, seguido este orden por lo demás, por un Cosme Vidal que ya se ha encargado de archivar sus escritos en carpetas, distribuidas por años, cada una con su título y con un extracto del contenido. Cosme, según ese criterio, ya me ha facilitado el trabajo de ordenación y clasificación, tediosa sin duda, pero hecha, a no ser que yo quiera cambiarlo. La elección de las fechas es muy sencilla: cada carpeta se corresponde con un año, aunque no estén todos los que van desde el primero, 1960, fecha del primer episodio, el que tengo entre manos, y 2010, año en que se jubila o se da por jubilado a la rigurosa edad de jubilación, que son los 65 años. De modo que siguiendo las intermitencias de la vida me encuentro con el relato real, ficticio o apócrifo, de 40 años de la vida de un hombre al que apenas conozco y me ha encargado que lo revise y reescriba “bien limado y polido”.

Viene Carmela con el café y se lo comento. Le digo: A simple vista, y sin profundizar, parece que ya viene todo ordenado y clasificado. Ella, con su sentido práctico y el conocimiento que tiene de mi persona, me dice: Déjalo así. Cómo así, le pregunto. Pues así, tal cual, con su orden, el del tal Cosme. Tú, a partir de ahora, lees; bueno, leemos y retocamos si es preciso (como siempre, poco a poco se implica; como el que entra en la piscina por la escalerilla); si no, lo dejamos como está y le damos el visto bueno; después él que haga lo que quiera, además el orden cronológico es el más socorrido ¿No te parece?

Las observaciones de Carmela eran de lo más práctico y sensato, y por más razones que me daba, chocaban con mi tendencia al retorcimiento, como si de ese modo quisiera dejar una marca, un modo de ser de lo escrito que a su vez forme parte de la idiosincrasia de la obra, otra forma de llamar la atención sobre la escritura, que dirían los teóricos. Aunque, para qué negarlo, me parecieron pertinentes las cautelas de Carmela, ya habrá tiempo de implicarse si merece la pena, me dijo de la forma que yo conocía y que venía a decir que como siempre podía contar con su ayuda.

Carmela siempre me echa una mano con su lectura crítica y perspicaz, con sus comentarios y soluciones, cuando le digo mis dudas. Sin embargo, siempre que le propongo firmar conmigo, aparecer como autora, también en los créditos, se niega rotundamente, me dice que no quiere, que le basta con servirme de ayuda. Creo que es injusta consigo misma, que lo suyo no es ayuda sino alma, autora de importantes giros temáticos y estructurales, correctora de expresiones y frases donde siempre elige la más acertada. Por eso le haré caso.

©Alfonso Cebrián Sánchez

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2 respuestas a “«Bien limado y polido»”

  1. Carmela lleva razón, es mujer muy inteligente, tanto como el autor… Pero que bien haces las entradillas, Alfonso (y lo que sigue).
    Un gran abrazo!!

    1. Muchas gracias por tus palabras, Isabel. Un abrazo muy fuerte.

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