Hay un tiempo en que todo parece futuro: Ya lo haré, ya iré, ya lo leeré, dices con desenfado y confianza como si dispusieras de todo el tiempo del mundo. En cuanto a la lectura, vas aplazando las obras clásicas, y antiguas, y las dejas dormir en la estantería; eso sí, de vez en cuando les quitas el polvo.
Escribía Juan Goytisolo, en un artículo publicado en un País de Dios sabe cuándo, que había llegado a un punto en que lo contemporáneo a no ser que lo enganchara le duraba poco. A su edad prefería releer aquello con lo que había gozado a descubrir nuevas lecturas. Hace tanto tiempo, que no me sentí concernido como lector, pero tomé nota.

Ahora o nunca, me digo, no tanto por releer —que todo el mundo tiene leídos a los clásicos, así que los relee— sino por enfrentarme de una vez a lo que fui dejando. Por fin me puse con Guerra y Paz; también —en este caso sí—he retomado los Episodios Nacionales desde el comienzo. Algo diré de ellos en días sucesivos.
Un comentario: qué modernos me saben los clásicos.
Sobre las imágenes: Guerra y Paz, León Tolstói (1865-1869) (Fotograma de la serie del mismo nombre, dirigida en 2016 por Tom Harper) y La familia de Carlos IV, Francisco de Goya (1800)
©Alfonso Cebrián Sánchez
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