«Falta de gana, interés o deseo», dice el DRAE y quizá no le falte razón, piensa. Y se dice entre dientes: Lo malo es que uno no se puede acoger al prestigio que tuvo la melancolía «Fin de Siglo» y al dandismo subyacente, me lo impide la propia desgana y no estoy para iniciar una obra que pruebe mi espíritu decadente; tampoco voy a decir que tengo fiaca o estoy con ella, además esta desgana no es estética ni psicológica, diría que es puramente existencial, esa que viene cuando concluyes que nada merece un esfuerzo, salvo lo inmediato, es decir lo que amas, que se reduce a los próximos y éstos no son tantos, dado que aquello de los pajarillos cantan y las nubes se levantan va quedando soterrado por toneladas de estupidez, esa cualidad puramente humana. Ojalá en septiembre las mañanas sean frescas y los escasos pajarillos puedan beber de los charcos recién llovidos, y al tiempo alegren el descanso de algún desganado que los contemple desde su banco de parque, alumbrado y confortado por un tímido rayo de sol en este ya largo invierno de bochorno y tedio, aumentado por esa hojarasca de palabras exprimidas, vacías y obscenas, como aquellas con las que prevarican quienes oponen a la consideración del sufrimiento de las mujeres afganas el precio de la luz.
El hombre, porque es un hombre, mira por la ventana, bosteza y se rasca la cabeza.
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