El pasado viernes, dos de octubre, El País publicó un artículo de Antonio Muñoz Molina titulado “Género Negro”. En el artículo ponía en valor a la novela policiaca y la de espías, y resaltaba la impronta dejada por John Le Carré, fundamentalmente. Así, contextualizaba las “conversaciones literales del excomisario Villarejo en las cloacas del Partido Popular y de la vida política española”.
De todo el artículo resalto el siguiente fragmento:
“Cómo será una novela que incluya a un cura con placa y pistola de policía o un sicario que se presenta vestido de cura a la hora de la cena; o en la que los apodos de los personajes sean el Gordo, la Rubia, el Barbas, el Bigotes, el Asturiano; qué novelista tendrá la mezcla de buen oído e inventiva verbal para recrear el lenguaje canalla de esas grabaciones”.
¿A qué viene este preámbulo? A mi manía de mezclar las cosas. Acababa de leer, releer, o vaya usted a saber, El factor humano, de Graham Greene, traducida por Enrique Sordo, en una edición barata a cargo de Plaza&Janés en septiembre de 1999. Y digo leer o releer porque hay escenas que asaltaron mi memoria. Pensé: esto ya lo he visto. Y el buscador de Google me lleva a la película dirigida por Otto Preminger en 1979 —la novela se publicó en 1978—, de modo que la pulcra y ponderada novela ya estaba instalada en algún rincón de mi cerebro: la tentación de batir ambas historias, la de Castle y la de Villarejo se me hizo irresistible.
Sin embargo la pulcritud y la moderación no están reñidas con la crudeza y el cinismo; el doctor Percival, por ejemplo, muy aficionado a la pesca y a la trucha ahumada, no tiene reparos a la hora de eliminar, esto es, provocar la muerte de uno de los hombres grises del MI6, simplemente porque le da un pálpito ¡Qué diferencia entre un culto y atildado londinense y un madrileño de Arniches, o de Santiago Segura, pero de carne y hueso! Por cierto, andaba yo buscando un veneno —de ficción— para matar a un personaje y el del doctor Percival me viene perlas ¿Cómo pedir a Google que te busque un veneno de los que no dejan huella sin levantar las sospechas del algoritmo?
La novela en sí mantiene el tono de los personajes y te lleva a un pasar, donde, como no puede ser de otra manera, todo es pura apariencia. Poco más puedo decir.
Pero mira por dónde en mi librería andaba descuidada Entra en mi vida, de Clara Sánchez. Me pongo a leerla y me atrapa. Qué habilidad tiene esta autora para hacer grandes historias de vidas pedestres y anodinas. En fin, que me voy a leer; cuando acabe hablaré de ella.
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