Cloacas
—¿Cuánto llevas en esto? —preguntó Diego.
—Ah, no, eso no se pregunta. Te voy a decir una cosa: acostúmbrate a no preguntar, no es nada bueno, hazme caso. Pero te voy a contestar. Mucho, mucho tiempo, el suficiente para haber visto de todo, cosas que ni te imaginas. Porque, claro, alguien tiene que quitar la mierda para que no huela. Todos queremos vivir seguros, que nadie nos moleste, ser felices… no tienes ni idea, nadie la tiene, de lo que hay debajo, de lo que hay que hacer para que nadie la pise y la lleve a casa en la suela de los zapatos. Aunque no todos son asuntos escabrosos o inconfesables, que es lo primero que se piensa, no cariño, en general somos de lo más pedestre; desde luego impresiona lo fácil que es traicionar, y no creas que la traición viene por la presión o la amenaza. El motor suele ser la venganza, pero no creas que ésta se genera, digo los deseos, por motivos poderosos; viene de lo más pueril. Y la envidia. Los envidiosos son un filón: cómo nos saben buscar; cómo nos encuentran. Ya ves que te hablo y te doy confianza; pero anda, no le des muchas vueltas, no digas que no me ha salido bien el pulpo.
Esta conversación la mantienen dos de los personajes que intervienen en el relato que vengo publicando en este blog.
Realidad y ficción
Empecemos por un tópico: la realidad es mucho más sorprendente que la ficción. La escena viene a ser como sigue: el Delegado del Gobierno se entrevista con un policía de los de la cloaca: ‘Hay que reivindicar el secuestro’, le dice al policía. ‘Ya —contesta éste—, pero es que a mí no se me da bien eso de redactar ¿por qué no me escribe usted lo que hay que decir?’ El Delegado coge una servilleta de papel, saca la pluma y escribe una nota de puño y letra que entrega al policía.
Ni a Le Carré, ni a Marías ni a mí mismo se nos habría ocurrido una escena tan chusca. Las situaciones y los personajes tienen que ser verosímiles, la historia tiene que ser coherente. Sin embargo, la escena descrita —en esencia— está sacada de la realidad y forma parte de un sumario.
El comisario
Habrá que situarse en el momento, contextualizar. En el tiempo del que hablaremos, 2009, el comisario no era el comisario aunque fuera comisario. Trabajaba en las alcantarillas para los buenos, al parecer.
Sobremesas
Ya no hay puros en las bodas. Antes no había sobremesa que no estuviera presidida por ceniceros abarrotados, humo de puros y botellas de coñac. El ambiente era relajado y se contaban chistes, se decían chascarrillos, se cotilleaba, se criticaba a los ausentes…
La sobremesa
Según publica un supuesto medio digital, en el año 2009 se celebró una comida cuyos comensales eran un juez, una fiscala y tres comisarios de policía. En la sobremesa, según se infiere de unos cortes de audio, la fiscala y hoy ministra, Dolores Delgado, dijo, refiriéndose al juez Grande Marlaska, hoy también ministro, que era maricón. La grabación de las cintas, y su publicación, se atribuye al comisario Villarejo. La conversación es privada y por lo tanto velada al público.
Fariseos
No lo puedo evitar: me dan miedo los personajes públicos que, a juzgar por sus declaraciones, nunca se han masturbado, fumado un porro, emborrachado; jamás han mirado un culo, contado un chiste, reído un chascarrillo, participado en un cotilleo…
Dice Pablo Iglesias: «Alguien que se reúne de manera afable con un personaje de la basura de las cloacas de Interior en nuestro país debe alejarse de la vida política porque hace daño a la mayoría parlamentaria que protagonizó la moción de censura». Pero hombre de Dios ¿pueden unas palabras, supuestamente dichas en 2009 en una sobremesa dentro de una comida privada, acabar con la reputación de una persona? En cuanto a las cloacas, sería bueno que Iglesias nos señalara la ausencia de cloacas en alguno de los países que le sirven de modelo, por ejemplo Dinamarca.
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