6:00 de la mañana. Empiezo a respirar, pero ya no tengo sueño. Algo he dormido, creo. No, no era fiebre; sólo recuerdo algo como un sueño en bucle. No leo, no escribo, no…, bueno sí, aunque antes de las doce.
6:30, primera ducha. Me da ánimos el fresco abrazo del agua; duran lo que tardo en secarme. Desayuno.
7:00, a la calle; 9:30, vuelta empapado en sudor, con el pan y el periódico; nueva ducha.
10:00, ¿fruta o gazpacho?
11:30, repaso del periódico, ¿para qué comentarlo?
12:30, la casa en sombra, como una jaima, dispuestas las cortinas como grandes abanicos; nada de ventiladores ni aire acondicionado, ¿que no? a la una entra fuego por las ventanas. Aire acondicionado hasta las doce de la noche.
¿Que hacer? ¿Cine? ¿Lectura? ¿Siesta? ¿Nada?
Vemos la película argentina El ciudadano ilustre. Volver a la tierra puede ser un infierno, sobre todo si la has convertido en tu mundo literario. División de opiniones sobre el final después del final: no me gustan los estrambotes; a Carmen le parece acertado.
Inicio ¡Ya era hora! la lectura de Patria. Independientemente del contenido, ya me gustan la estructura que se adivina y los recursos formales: distribución en capítulos cortos con su propio título, y en el primero, menos de tres páginas y media, con ágiles pinceladas presenta (se presentan) a tres personajes, caracteres, conflictos… Ah, y un uso magistral del estilo indirecto libre.
Y dejo aquí la entrada. El ordenador escupe fuego por la ranura del ventilador ¡Me voy a la ducha!
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